miércoles, 25 de febrero de 2009

Una vista a través de los libros...

En la Facultad de Economía es frecuente ver como te inundan de contenidos púramente teóricos donde limitan tu capacidad de pensar. Todavía no me había topado con ninguna asignatura que te hiciera ver más allá, a pesar de que su nombre sea Teoría Microeconómica.

Leyendo el blog del profesor, vi que había un artículo que trataba exactamente el mismo tema desarrollado en la clase. Eso sí, más extenso y con ideas menos académicas por así decirlo. Remito a su blog el cual es picojano.blogspot.com.

El artículo trataba de dos modelos diferentes: el modelo de mercado, esto es, la competencia perfecta, y por otro lado, del monopolio. El modelo de mercado es a lo que se aproxima la economía actual. Aunque siempre hay restricciones. En este modelo el mercado fija el precio, o bien, la cantidad que demanda. El empresario en este caso no puede elegir el precio, ya que le viene dado por el mercado. Pues bien debe ser eficiente y estar pendiente de lo que pase a su alrededor pues un despiste puede provocar que el consumidor se vaya a la competencia. Esto no pasa en un monopolio.

El monopolista tiene lo que se llama poder de mercado. No tiene competencia y por ello fija los precios. Se puede permitir llevar una vida más tranquila, ser más ineficiente, al menos con cierto límite.
Un ejemplo muy bueno al respecto es cuando somos solteros. En el mundo de los solteros prima la supervivencia al más puro estilo animal. La competencia es dura y tienes que cuidarte. Si el resto de chicos se cuida más que tú ligará y te quedarás "sin cuota de mercado". Eres un empresario de competencia perfecta que no se puede permitir ser ineficiente. En cambio cuando tenemos pareja nos cuidamos menos. Somos en términos económicos más ineficientes. Tenemos pareja, control de mercado, por tanto, llevamos una vida más tranquila.

Llegados a este punto nos podemos plantear el porqué de trabajar. ¿Para llevar un tren de vida que cubra las necesidades que nos crea el propio mercado? Y llegamos aún más lejos, ¿qué nos hace más libres?. El empresario de competencia perfecta que actúa en un modelo teóricamente libre y eficiente no toma con libertad sus decisiones. El precio y la cantidad que producir le viene dada por el mercado. El consumidor quiere ser cada vez más rico para consumir más, es esclavo de sus propias necesidades.

La realidad es que en la situación que vivimos tenemos suficientes gastos fijos que no nos podemos permitir el lujo de trabajar menos, o en su defecto, ser más ineficientes en el trabajo. Según están las cosas, ser ineficientes podría ser excusa para las generaciones venideras para tomar unos valores de falta de constancia y motivación. Eso pasaría por reformar de raíz el sistema educativo también. Bien podemos hacer que nuestras necesidades sean menores pues como reza un dicho: "no es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita".